lunes, 22 de febrero de 2016

Los restos del Cid y doña Jimena (II)

Vivant-Denon devolviendo los huesos
del Cid a su tumba. Dibulo de Zix
Retomamos el relato de lo sucedido a los restos del Cid y de Jimena. En la primera parte ya habíamos anunciado que la fama del héroe castellano había llevado al expolio de sus huesos tras la invasión de las tropas napoleónicas. Tantos admiradores quisieron llevarse algún recuerdo del Campeador, que sus restos han acabado por medio mundo.

Esta es la continuación de ese relato.


Tenemos que volver a ese 1808, fecha en la que llegaron las tropas francesas a Burgos. En la primera parte dijimos que el 15 de diciembre de 1808 llegó a Burgos la Comisión del Cuerpo Legislativo francés para felicitar a Napoleón por sus éxitos. Al no encontrarlo en la ciudad y ser peligroso su viaje a Madrid se quedaron en ella unos días. Durante esta estancia llegaron a San Pedro de Cardeña donde encontraron abierta la tumba del Cid y, no pudiendo evitar la tentación, aprovecharon para llevarse algunos huesos del héroe castellano y de su esposa Jimena. De lo sustraído en las tumbas dos miembros de esa Comisión, el conde Salm-Dyck y el caballero de Delamardelle levantaron acta tres años más tarde, en 1811. En ella se decía que se habían repartido los restos entre ambos, si bien Dick guardó la mayor parte de ellos.

Décadas más tarde en 1882 un amigo del arqueólogo y periodista español Francisco Tubino le habló
Los restos mortales del Cid y Jimena, 1883
de la existencia de esta acta y el arqueólogo, al estudiarla, descubrió con estupor que existían restos del Cid y de Jimena fuera de las fronteras españolas. Este asombro venía propiciado porque en esta fecha de 1882 no se tenía constancia de que los esqueletos del Cid y de Jimena no estuviesen completos en sus tumbas. Efectivamente, en Alemania el príncipe de Hohenzollern tenía en su castillo de Sigmaringen restos óseos del Cid y de Jimena. Eran los restos sustraídos por Salm-Dyck, que al final de sus días se los había regalado al príncipe alemán para preservarlos. Desde ese momento Tubino se propuso recuperar estos restos y devolverlos al lugar de donde nunca debieron haber salido. Informó al rey Alfonso XII de todas sus investigaciones y éste, en carta al príncipe alemán, solicitó la devolución de los restos del héroe castellano y de su esposa. El príncipe de Hohenzollern accedió y los huesos regresaron a Burgos recibidos mediante una ceremonia que presidió el rey Alfonso XII. Sobre todo este proceso guardamos en el Archivo la documentación que así lo refiere.

Dicen Barriocanal y Fernández:
En Burgos, donde se conservan actas de exhumaciones de los restos del Cid y Jimena de 1826 y de 1842 que describían esqueletos prácticamente completos, se recibieron con gran pompa huesos aparentemente repetidos, pero que nadie mencionó. En las ceremonias de bienvenida a estos huesos participó el rey Alfonso XII y la noticia dio la vuelta al mundo.
Carroza en la que entregaron a Burgos los restos del Cid, 1883
De nuevo sorprende que la figura del Cid fuera tan conocida en todo el mundo y que despertase tal interés. Tanto fue así que en 1883 la noticia del regreso de sus huesos a Burgos salió publicada en los grandes tabloides del planeta. Pero lo que resulta más sorprendente aún es que en esa fecha de 1882 nadie supiera en España que los restos del Cid no se hallaban al completo en tierras burgalesas.
¿Cómo podía ser esto? A nuestro juicio hay que remontarse de nuevo a los turbulentos momentos de la invasión francesa. Entre 1809 y 1842 los restos del Cid viajaron de Cardeña a Burgos y de Burgos a Cardeña, acompañados con las consiguientes actas de exhumación en cada uno de estos traslados, y en ninguna se advierte nada al respecto.

Volvamos entonces a la invasión napoleónica y a estudiar la figura del general Thiebault que se encargó de recoger los restos del Cid en Cardeña y trasladarlos a Burgos. El 17 de enero 1809 fue nombrado gobernador de Castilla la Vieja el general Thiebault. Llegó a Burgos en medio de toda la desolación que había causado el continuo saqueo de la ciudad durante tres largos meses. El propio Thiebault escribió en su diario:
Hacía sesenta días que ese Damagnac gobernaba Burgos, y desde hacía sesenta días el saqueo y la devastación duraban con un frenesí que es imposible imaginar […] la ciudad daba espanto, los campos daban pena […] la gente se mataba, los campesinos y los soldados podían conjugar todos los tiempos del verbo “asesinar”

[…] Me puse a recorrer la ciudad y Dios es testigo de que vi el espectáculo más triste, resultado de dos meses de abominaciones […]  no era más que una cloaca infecta, por doquier, la ruina, el hambre, la desesperación, la peste y como remedio, la muerte.

Diseño inicial del monumento funarario
al Cid en el Espolón, 1809
A partir de ese momento el general comenzó una labor sin descanso por devolver a Burgos a la normalidad. Y a pesar de ser al fin y al cabo un invasor, un conquistador, y de que incluso quiso comprar nada menos que Huelgas, la ciudad del Burgos supo apreciar su gran labor y agradecer todas las obras emprendidas para sanear y mejorar la ciudad.
El amor de estas poblaciones por el general Thiebault no tuvo límites.

Pero vayamos al asunto que nos ocupa. El 28 de febrero de 1809 Thiebault se enteró de que la tumba del Cid había sido profanada. Llegó a Cardeña el 1 de marzo y recogió cuidadosamente los huesos y se los llevó a su casa.
[…] Me dirigí a San Pedro de Cardeña […] y con el testimonio de un acta legal de exhumación solemne, hice reunir los huesos en un lienzo que yo llevaba; en gran pompa, los traje a Burgos y mientras según  los dibujos de mi ayuda de campo Vallier, se construía una tumba, los coloqué para total seguridad bajo mi cama.

Y en carta a José I  el 3 de marzo de 1809
Vamos a trasladar a Burgos los restos de su tumba y los reuniremos en medio de una plantación de árboles que he hecho preparar entre dos puentes (paseo del Espolón) El honor de reedificar la tumba del Cid y de recolocar en ella sus despojos mortales con toda la solemnidad de una ceremonia civil y militar, será para mí una gran recompensa […]

El rey José le dio permiso para edificarla. Los restos del Cid y Jimena estuvieron en el Espolón desde el 19 de abril de 1809, en el que se inauguró el monumento, hasta el 18 de junio de 1826, en que, adelantamos, los restos fueron de nuevo trasladados. Sobre el diseño inicial de dicho monumento guardamos un dibujo en el archivo.

Dice Thiebault en sus memorias al regresar a Burgos en 1818 y encontrar que de su monumento solo se había conservado la inscripción en latín:
Esta inscripción fue la única de las cuatro que respetaron los españoles cuando los franceses fueron expulsados en 1813. Se comprende que de las otras tres, que traían a la memoria los dolorosos recuerdos de la ocupación, hayan podido ser borradas, pero lo que me parece menos necesario, fue la destrucción de los árboles, de los bancos y de los paseos.
Sepulcro del Cid y de su esposa Jimena
en San Pedro de Cardeña
Pues se hubiera sorprendido más si hubiese regresado en 1826 y hubiera visto que en esa fecha se destruyó el monumento completamente, de modo que hoy día ya no nos ha llegado ni el más mínimo resto de él. Esto fue así porque el abad de Cardeña Fr. Emeterio de Sara insistió en que se devolvieran al monasterio los restos del Cid. Y una vez fue aceptada tal petición, el monumento del Espolón ya no tenía sentido. Los restos fueron llevados a Cardeña el 30 de junio de 1826 acompañados del correspondiente acta de exhumación, en el que se dice:
Son cuerpos racionales de hombre y mujer; los cuales fueron separados y colocados en diferentes cajones con los rótulos de: huesos del héroe burgalés don Rodrigo Díaz de Vivar llamado el Cid y doña Ximena su esposa.
Después hace una descripción de los huesos encontrados y en ella se dice que parece tratarse de esqueletos prácticamente completos, lo que de nuevo no deja de sorprender, apuntan Barriocanal y Fernández, con todos los expolios que llevamos viendo. Y más teniendo en cuenta que a ambos esqueletos les faltaban los cráneos porque se los había llevado en 1808 otro miembro de la ya famosa Comisión, el señor Denniée.  Años más tarde, en 1813, Denniée se los regaló al ministro de la guerra francés Henry Clarke, duque de Feltre, seguramente en agradecimiento a alguna merced recibida, y en la actualidad siguen en paradero desconocido; solamente se han recuperado algunos fragmentos.

A estas alturas, y después de tanto trasiego, cabría pensar que por fin nuestra querida pareja hubiera encontrado el descanso definitivo, pero nada más lejos de la realidad. Tras la desamortización de Mendizábal en 1835, el monasterio de San Pedro de Cardeña volvió a quedarse desierto. Ante la posibilidad de que se pudieran producir nuevas profanaciones, el Ayuntamiento de Burgos decidió trasladar nuevamente los restos a la ciudad en 1842. El acta firmado en esa ocasión por el cirujano Cipriano López habla de la buena conservación de los huesos, entre los que había:
Fémures, tibias, peronés, cúbitos, radios, caderas, calaveras, clavículas, homóplatos, esternones, costillas y columnas vertebrales […] Se advirtió que faltaban algunos huesos del carpo, metacarpo, tarso, metatarso y algunas falanges de los dedos […]
Nuevamente las cuentas no salen, pues fémures, esternones y calaveras habían sido robados por los miembros de la ya famosa Comisión; por tanto en este 1842 no podían estar en el sepulcro. ¿De quiénes eran entonces los huesos que decía contener esa acta?

Para complicar más las cosas, amigo lector, en el citado año de 1883 en los restos hallados por Tubino se citan como recuperados: un esternón, partes de un cráneo, los dos fémures de Jimena... Por  tanto, si el señor Cipriano López habla de esternones, en plural, con el encontrado por Tubino, nos saldrían tres esternones para solo dos cadáveres. Sin embargo, nadie dijo nada ni en una fecha, ni en la otra, ni se advirtió de que algunos huesos pudieran estar repetidos.

Hueso del brazo del Cid expuesto en el Arco de Santa María
Tal vez los encargados de levantar actas de las exhumaciones no dijeron nada por no alarmar, o como en el caso del cirujano Cipriano López porque él mismo también aprovechó la coyuntura para llevarse un hueso del brazo del Cid. Este hueso estuvo entre los enseres de su familia hasta  casi un siglo después, cuando un pariente suyo lo devolvió al Ayuntamiento en 1934, como consta en este documento. Actualmente este hueso está expuesto en el Arco de Santa María. En 1934, cuando fue devuelto, los restos del Cid y Jimena ya llevaban trece años depositados bajo el cimborrio de la catedral, por lo que se decidió no remover la losa, ni el sepulcro por solo un hueso. 


Sea como fuere, los restos exhumados de Cardeña en 1842 estuvieron en el Ayuntamiento de Burgos hasta 1921. Pero este  periodo tampoco fue tranquilo ni seguro para nuestra admirada pareja, a tenor de relatos como el de este viajero de 1871:
Me acerqué, levantó ella la tapa de la urna y miré dentro […] Estos, dijo la portera, son los huesos del Cid; y estos los de Ximena, su mujer. Tomé en la mano la canilla de uno y una costilla de la otra […] pero no consiguiendo rehacer su fisonomía […] vine a dejarlos donde estaban.

Los huesos eran mostrados muy alegremente y por lo visto en la tumba "podía meter mano" todo el mundo. Prueba de ello es que 1897 aparecieron unos nuevos huesos del Cid que el presbítero Pedro Moral entregó al Ayuntamiento diciendo que se los había dado el ladrón arrepentido bajo secreto de confesión. Tenemos un documento que lo atestigua.

Alfonso XIII con los restos del Cid y Jimena en 1921
Por ello no es de extrañar que intelectuales de la época, especialmente después de los hallazgos de Tubino, dieran la voz de alarma acerca de los restos que faltaban e, incluso, sobre las dudas acerca de su autenticidad. Eloy García de Quevedo publicó en el Diario de Burgos del 2 de enero de 1903 que tenía serias sospechas de que en una de las múltiples exhumaciones al Ayuntamiento de Burgos le habían dado “gato por liebre”. 

Estamos llegando a la fase final, que no definitiva, por lo que luego veremos.

En 1921 y con motivo del séptimo centenario de la catedral, el Ayuntamiento decidió que los restos fuesen trasladados a un lugar acorde con la fama e importancia del héroe castellano y se decidió que fuera en la catedral, bajo el majestuoso cimborrio. Lógicamente, se volvió a levantar acta por parte de los facultativos pertinentes en ese mismo año:
Se aprecia a simple vista la existencia de huesos humanos, de color pardo oscuro y de persona adulta, se ve que faltan algunos, que la mayoría están incompletos, rotos, abundando los fragmentos, esquirlas y polvo de los mismos.
Por la longitud de uno de los fémures, de los correspondientes al Cid, se deduce posiblemente, que la talla de éste no fue inferior a 1,70 m. y por el tamaño de sus clavículas se puede sospechar que era de gran amplitud su caja torácica.
De lo que antecede deducimos que los restos examinados corresponden a dos esqueletos humanos adultos… que  pertenecieron unos a varón y otros a hembra.

Por fin el 21 de julio de 1921, con toda solemnidad y pompa, frente a los reyes Alfonso XIII y doña Victoria, se trasladaron los huesos a la catedral.
En el mismo crucero, en el punto de intersección de las naves, se abrió una fosa, lo suficientemente grande para contener el féretro […] Para cubrirlo todo al nivel del suelo, se destinó una lápida de mármol rojo, de tres metros de larga, por uno noventa de ancha [...]
Vértebra y metacarpo del Cid hallados en Francia
Efectivamente, esto no es el final. En los últimos años han seguido apareciendo más restos del Cid y de Jimena repartidos por varios países que, como el hueso del brazo del Arco de Santa Maria, no están donde deberían estar, es decir, enterrados en la catedral. Veamos cuáles son.

En 1962 se conoció que había una vértebra y un metacarpo del pie en Francia. Como dijimos en la primera parte, la tumba del Cid no había sido cerrada tras la marcha de la Comisión, y en enero de 1809 un amigo de Giradin, el conde de Tournon, visitó la tumba del Cid. Y parece ser que el conde, emocionado, se puso a rezar delante de la tumba y su ayudante de campo Comptour, pensando que se trataba de la tumba de un santo, robó algunos de los huesos. Al regresar a Francia el ayudante se las quiso entregar al conde que, indignado por el robo, dijo que había que devolverlas a la tumba en cuanto regresaran a España. Cosa que no pudo ser a causa de su muerte en febrero de 1809. Como reza el documento la Alcaldía inició expediente para su recuperación, pero ésta nunca se produjo.

Según cuenta Zamora vicente en su historia de la Real Academia, otro fragmento del cráneo del Cid se custodia desde 1968 en esta institución, que lo consiguió por mediación de Camilo José Cela, a quien se lo hizo llegar la condesa Thora Darnell-Hamilton, descendiente de M. Labensky, a quien se lo había regalado el barón de Lamardelle, uno de los expoliadores del sepulcro del Cid.

Se tuvo conocimiento en 2006 de otro fragmento del cráneo del Cid y un trozo del fémur de Jimena cogidos por el Sr. Denon. Están nada menos que en la República Checa, en el gabinete de curiosidades del canciller Metternich en el castillo de Kynzvart, acompañados por el acta de autenticidad de 1809. Se solicitó su devolución, pero no se ha producido. También tenía Denon en su poder un relicario en que había otros fragmentos muy pequeños de huesos del Cid y Jimena. A su muerte en 1826 salió a subasta y tras pasar por manos de varios propietarios se encuentra desde 1970 en el museo de Bertrand de Châteauroux.

El Cid y Jimena. Pintura de Marceliano Santa María
Aparecieron también en Polonia, en el palacio de Pulawy  de la princesa Czartoryska, dos copas muy lujosas con una inscripción que dicen contener las cenizas del Cid y de Jimena, regaladas al parecer por nuestro ya conocido Denon a la princesa.

Más curioso resulta el caso de que en Rusia aparecieran unos documentos de nuestro muy nombrado ya Salm-Dyck con unos dibujos del saqueo de la tumba del Cid, cuatro años después de su visita a Burgos, en el equipaje de un mariscal francés. En este caso los franceses probaron de su propia medicina y en su retirada este mariscal fue saqueado por el general ruso Löwestern, que cosa más curiosa aún desechó otras piezas de valor para quedarse con lo relacionado con el Cid. La fama de nuestro héroe llega a todos los confines del mundo.
Entre otros muchos papeles encontré un acta curiosa sobre el cráneo del Cid con los dibujos de la tumba y los huesos que se habían encontrado en España. Como era una pieza muy curiosa, la conservé.

"¡Patria ingrata, ni siquiera posees mis huesos!", rezaba el epitafio de Escipión el Africano.

Esperamos que a estas alturas, querido lector, hayas ido encajando las piezas de este magnífico e intrincado mosaico sobre los restos de nuestros queridos Cid y Jimena. Puede que todos, algunos o ninguno de los restos que veneramos en la catedral pertenezcan a esta pareja. Eso probablemente nunca lo sepamos, pero sinceramente tampoco importa, porque para todos los burgaleses los que están enterrados bajo el cimborrio de la catedral son El Cid y Jimena, sin duda.

2 comentarios:

  1. Todos los datos que aparecen en este segundo reportaje proceden (como comenté en el primero) del libro "los huesos del Cid y Jimena, expolios y destierros" de Barriocanal y Fernández. Hay sin embargo algún que otro error en el presente parafraseo de la investigación. Por ejemplo que Metternich tuviese un relicario que hoy está en el museo Bertrand de Châteauroux. Ese relicario pertenecía a Denon, fundador del museo que hoy se conoce como Louvre. por otro lado, el diseño para el monumento al Cid que proyectó Thiébault nunca se construyó como aparece en el dibujo. Para ver el aspecto que realmente tuvo y descubrir más historias sobre los huesos, aconsejamos remitirse al libro citado.

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    1. Efectivamente, en el texto original de la entrada se atribuía erróneamente a Metternich la propiedad del relicario profano hoy custodiado en Châteauroux, cuando deberíamos hacer referencia a Denon. Por lo que se refiere al monumento instalado en el Espolón, ciertamente deberíamos haber concretado que el único dibujo que se conserva en nuestros fondos es el que ilustra la entrada, correspondiente al proyecto inicial del conjunto funerario, que finalmente se realizó con otro diseño.
      Agradecemos sus puntualizaciones y corregimos.

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Gracias por su comentario.